Breve introducción al blog

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¡Hola vividores!

Podéis llamarme Rodre. En realidad mi nombre es compuesto, pero no me gusta tener nombre de virgen (aún así queda chulo decir "L.A. yeah, that's my second name")

Nací para conocer. Se conoce mediante la experiencia y ésta te la da la vida. En resumen, nací para vivir. Pero hay muchas maneras de hacerlo y a mí me gusta viajar, la fotografía y las galletas, es lo que hay.

Soy un bípedo implume y le busco lógica a todo, pero mas bien mi mente lo centrifuga todo hasta hacer que pierda sentido. Una locura.

Tengo otro blog, el de "Hoy me siento feliz" pero este es diferente. Es mucho más personal, es posible que ya te hayas dado cuenta de que desvarío, puede ser que sea porque estoy un poco loca.

¡Espero que disfrutéis! :)

martes, 5 de mayo de 2015

Ceniza

Recogió todas sus cosas, todo lo que había recogido hacía seis meses para traérselo, volvía a casa con él, con algunas cuantas cosas más, con unas pocas cosas menos. El resto eran sólo recuerdos y algunas fotos de los viajes que mostraban sólo una pequeña parte de lo que había sido todo ese tiempo. No era extraño volver, no le fue extraño irse, había echado de menos a algunas personas, pero no le había dolido. No sufría con las mudanzas, eran sólo cambios temporales, todos los cambios lo eran.
Fue al aeropuerto y dijo adiós a la tierra, a las personas, a los cruces en el camino. Él mismo era el único con el que estaría toda su vida y eso lo sabía. Voló por el mundo y regresó, de vuelta a otra casa más, esperando encontrarlo todo como lo había dejado. Saludó la tierra que había dejado atrás y a la que ahora volvía, y todo estaba igual, pero se sorprendió que al abrazar un pilar en su casa, éste se disolviera: sólo quedaba la superficie, frágil, y se había terminado de romper al contacto de sus brazos. Se dio la vuelta y vio que toda la ciudad, como él la recordaba, seguía igual, pero con cualquier contacto establecido, las fachadas se derrumbaban dejando a la vista las estructuras, las vigas de madera, roídas por termitas, las de aluminio dobladas bajo su propio peso y las de hierro, oxidadas.
Todo se hizo volutas, sus columnas, sus edificios, sus paredes, su memoria, a su alrededor lo único que había eran cenizas de colores de lo que él pensó que era su vida, que se había disuelto. No contó con que nada permanece estable en la ausencia, y no hay botón de pausa en cosas como la vida.
Corrió hacia la nada, y a cada paso, todo se derrumbaba, todas las volutas le cubrían y no podía volver atrás, no había vuelo de regreso, sólo había humo y lágrimas.
No quedaba nada.
No había nada más, ni nada era ya igual.
Todo a lo que no creía estar vinculado le hizo daño al dejar de estar.
Y así, fue como comenzó el hundimiento.

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