Breve introducción al blog

Inicio por aquí :)

¡Hola vividores!

Podéis llamarme Rodre. En realidad mi nombre es compuesto, pero no me gusta tener nombre de virgen (aún así queda chulo decir "L.A. yeah, that's my second name")

Nací para conocer. Se conoce mediante la experiencia y ésta te la da la vida. En resumen, nací para vivir. Pero hay muchas maneras de hacerlo y a mí me gusta viajar, la fotografía y las galletas, es lo que hay.

Soy un bípedo implume y le busco lógica a todo, pero mas bien mi mente lo centrifuga todo hasta hacer que pierda sentido. Una locura.

Tengo otro blog, el de "Hoy me siento feliz" pero este es diferente. Es mucho más personal, es posible que ya te hayas dado cuenta de que desvarío, puede ser que sea porque estoy un poco loca.

¡Espero que disfrutéis! :)

jueves, 25 de junio de 2015

Memorias de una insomne

El mundo duerme duerme. Las estrellas, ocultas, imagino que centellean allí en el cielo. No las veo porque hay una pared y muchas luces y una eterna oscuridad en esta habitación blanca, que se ha convertido en una jaula para pájaros que se desangran.
Cierro los ojos y los noto que quieren decir adiós pero yo me siento como un cascarón que no siente, que no padece. Que es solo el infinito de la nada, de la desesperanza, del echar de menos, del decir adiós. Y es raro que escriba esto ahora que todo va a mejor pero ese azul tenebroso que me rodea me tiene atrapada como en un día de niebla.
Mi garganta traga, mis pulmones respiran. Mi corazón, perdido en las entrañas, imagino que late. Mi cerebro creo que hace tiempo que no funciona muy allá. Será la falta de sueño, o será la anarquía de mis horarios. El que nada tenga sentido o que no sea capaz de vérselo. El sentimiento de culpa extraña, que algo de mí me dice que no he hecho nada, pero ahí está, como las estrellas, como el corazón. Oculto pero existente.

La costilla

Tengo el pecho helado y vacío. Azul como un cascarón y lleno de flores que hacen brotar la vida en donde ahora sólo parece haber muerte. Humea el torso, y permanece en un estado helado extraño que sólo desconcierta la sensación del colocón. Las costillas están hechas de cocaína y están medio disueltas por la humedad en la que han estado tanto tiempo, les resulta extraño estar ahora ya al sol que con sus rayos amarillea lo que una vez se blanqueó entre el estiércol.
Mariposas revolotean alrededor de la caja, han surgido de los gusanos que se alimentaron de la carne y ahora son rojas y azules y verdes y brillantes. Y se alimentan con su lengua larga de las flores que nacen.

Todo es extraño cuando entre la hierba fértil que ha surgido en este entorno de ruinas esqueléticas y mi calavera no puede cerrar las cuencas vacías y dejarse volar por el viento que arrastra los restos, partícula a partícula hasta que me esparzo por todo el mundo.

Love Junkie.

En la cama tirada está, desparramada, sin lógica ni armonía. Se nota adicta, con serios problemas de abstinencia. Agua cae por su rostro, sudor, alcohol y lágrimas que recorren su cara cenicienta. En el antebrazo, un pequeño agujero por el que solía pasar la aguja derrama sangre borracha, también llorando por la ausencia de eso que le hacía tanto daño pero que ahora echa de menos. Lo desea con todas sus fuerzas, y al principio era maravilloso. El mundo entero se arrodillaba ante su presencia cuando lo sentía correr por sus venas hasta que empezó a notar los efectos secundarios: el insomnio, el humo, el dolor profundo en el pecho. Todas las chispas que le provocaba por dentro pronto se dieron a conocer como explosiones internas, como puñales de hielo que se clavaban por todo su ser, por dentro y por fuera. Por eso tuvo que dejarlo.
Pero ningún dolor que esa adicción provocaba era comparable a la ausencia de la jeringuilla clavada en el brazo, a la ausencia de esa sustancia, de esa nueva vida, de esa percepción nublada.
Sus pupilas se dilataban, su corazón latía fuerte y despacio y todo fluía de una manera más corriente. Como un río, como las olas del mar, ahora sentía que su cuerpo, su mente y la parte íntegra de su ser pertenecía se había fusionado de una manera dolorosa e incurable a aquel dolor.

Los colores se mezclaron hasta ser una mole sin forma ni sentido. Acromática, oscura y posesiva. Algo vomitivo y desagradable que limitaba su existencia en su interior, y algo que no le dejaba vivir en su ausencia. Y era hora de dejarlo todo, todo. Su vida, su alma, su ser, abandonado a las jeringuillas, y tratar de volver a nacer sin ello, sin aquella dolorosa afección, sin aquel vicio doloroso y lacrimógeno. Sabía que iba a doler, pero en ese momento, ninguna otra cosa se ofrecía como solución a ello.