Breve introducción al blog
¡Hola vividores!
Podéis llamarme Rodre. En realidad mi nombre es compuesto, pero no me gusta tener nombre de virgen (aún así queda chulo decir "L.A. yeah, that's my second name")
Nací para conocer. Se conoce mediante la experiencia y ésta te la da la vida. En resumen, nací para vivir. Pero hay muchas maneras de hacerlo y a mí me gusta viajar, la fotografía y las galletas, es lo que hay.
Soy un bípedo implume y le busco lógica a todo, pero mas bien mi mente lo centrifuga todo hasta hacer que pierda sentido. Una locura.
Tengo otro blog, el de "Hoy me siento feliz" pero este es diferente. Es mucho más personal, es posible que ya te hayas dado cuenta de que desvarío, puede ser que sea porque estoy un poco loca.
¡Espero que disfrutéis! :)
sábado, 11 de abril de 2015
Hermoso nadador
Hermoso nadador, recorres las aguas como los pájaros las nubes. Hermoso nadador, corre hacia la meta como el atleta de carreras, sin pensar en el final, ni en el principio, sólo en dar una brazada más. Rodrigo, nadador, corre rápido hacia tu destino porque se te acerca y no serás capaz de afrontarlo a la hora del momento. Nada, nada, aguanta la respiración, toca la guitarra o el trombón, juega con los legos o con juegos para el ordenador, corre, corre, la meta está al final del todo, ¿no?
Salta de esa piscina, a esa hora, en ese momento, y nada será igual. Pronto será tu cumpleaños ¿o ya lo fue? No lo recuerdo.
Sé que en tu luto no supe qué decir, y que eso aún me remuerde la conciencia, de vez en cuando, pero sé que sin embargo mi mente sabe que estuviste allí, en un momento de mi infancia y que, igual que fuiste mi familia, nos dejaste, a todos, para siempre. Y se me parte el alma cada vez que tu hermana -y eso que siempre fuiste hijo único- me pregunta por ti.
Tu madre llora, llora, llora. Tu padre le dice que tiene que ser fuerte, esconderlo todo. Pero en su interior también llora. Yo lloro. Por ti, y por los árboles quemados. Por la guitarra abandonada, por el trombón oxidado. Y ya no sé qué hacer si ya casi me olvidé de ti, pero ¿qué se le puede hacer ante algo que nunca tuvo fin, que siempre fue inesperado?
Catorce años son muy pocos para ser recordados, y hace no demasiado poco tiempo que fui consciente de todo lo que habías pasado ¿por qué?. Un día más. ¿Por qué?
Nada tiene sentido, una vez más. Y nada parece cierto cuando pienso en ello, que aparece como un recuerdo lejano en mi memoria cada vez que veo aquel dibujo en el que os pinté a ti y a tu perro, saludando desde el jardín, No, no, no. No quiero decirte adiós una vez más y sé ahora que entonces supiste más de lo que yo jamás sabré en la vida. Adiós, adiós. Tengo que despedirme de ti. Rodrigo, por favor, perdóname por olvidarme de ti. Y es raro escribirle a algo -que fue alguien- que ya no está, que ya es la nada, que no existe. Pero en ese momento supe que la muerte era la ausencia, y en ese momento también me di cuenta de que el todo sigue siendo a pesar de que para mí, para tus padres, para los míos, para todos tus amigos, tú ya no estuvieses nunca más.
Y no es para decirte adiós. El adiós quizás ya te lo di en su día. Es para decirle al mundo que te echo de menos, a ti, para siempre, siempre presente. Y es para decirte que, aunque te he olvidado, nunca te olvidaré, que no me avergüenza decir tu nombre, me avergüenza pensar que en algún momento lo olvidé. Vuela por el agua o nada por las nubes. Tengo tu vértebra en la cabeza hoy, tal vez mañana no sea así, pero que hoy sí lo sea ya hace que ahora quiera escribirte esto aunque hace tiempo que sé (por mucho que me pese) que jamás lo vas a leer.
Salta de esa piscina, a esa hora, en ese momento, y nada será igual. Pronto será tu cumpleaños ¿o ya lo fue? No lo recuerdo.
Sé que en tu luto no supe qué decir, y que eso aún me remuerde la conciencia, de vez en cuando, pero sé que sin embargo mi mente sabe que estuviste allí, en un momento de mi infancia y que, igual que fuiste mi familia, nos dejaste, a todos, para siempre. Y se me parte el alma cada vez que tu hermana -y eso que siempre fuiste hijo único- me pregunta por ti.
Tu madre llora, llora, llora. Tu padre le dice que tiene que ser fuerte, esconderlo todo. Pero en su interior también llora. Yo lloro. Por ti, y por los árboles quemados. Por la guitarra abandonada, por el trombón oxidado. Y ya no sé qué hacer si ya casi me olvidé de ti, pero ¿qué se le puede hacer ante algo que nunca tuvo fin, que siempre fue inesperado?
Catorce años son muy pocos para ser recordados, y hace no demasiado poco tiempo que fui consciente de todo lo que habías pasado ¿por qué?. Un día más. ¿Por qué?
Nada tiene sentido, una vez más. Y nada parece cierto cuando pienso en ello, que aparece como un recuerdo lejano en mi memoria cada vez que veo aquel dibujo en el que os pinté a ti y a tu perro, saludando desde el jardín, No, no, no. No quiero decirte adiós una vez más y sé ahora que entonces supiste más de lo que yo jamás sabré en la vida. Adiós, adiós. Tengo que despedirme de ti. Rodrigo, por favor, perdóname por olvidarme de ti. Y es raro escribirle a algo -que fue alguien- que ya no está, que ya es la nada, que no existe. Pero en ese momento supe que la muerte era la ausencia, y en ese momento también me di cuenta de que el todo sigue siendo a pesar de que para mí, para tus padres, para los míos, para todos tus amigos, tú ya no estuvieses nunca más.
Y no es para decirte adiós. El adiós quizás ya te lo di en su día. Es para decirle al mundo que te echo de menos, a ti, para siempre, siempre presente. Y es para decirte que, aunque te he olvidado, nunca te olvidaré, que no me avergüenza decir tu nombre, me avergüenza pensar que en algún momento lo olvidé. Vuela por el agua o nada por las nubes. Tengo tu vértebra en la cabeza hoy, tal vez mañana no sea así, pero que hoy sí lo sea ya hace que ahora quiera escribirte esto aunque hace tiempo que sé (por mucho que me pese) que jamás lo vas a leer.
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