Breve introducción al blog

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¡Hola vividores!

Podéis llamarme Rodre. En realidad mi nombre es compuesto, pero no me gusta tener nombre de virgen (aún así queda chulo decir "L.A. yeah, that's my second name")

Nací para conocer. Se conoce mediante la experiencia y ésta te la da la vida. En resumen, nací para vivir. Pero hay muchas maneras de hacerlo y a mí me gusta viajar, la fotografía y las galletas, es lo que hay.

Soy un bípedo implume y le busco lógica a todo, pero mas bien mi mente lo centrifuga todo hasta hacer que pierda sentido. Una locura.

Tengo otro blog, el de "Hoy me siento feliz" pero este es diferente. Es mucho más personal, es posible que ya te hayas dado cuenta de que desvarío, puede ser que sea porque estoy un poco loca.

¡Espero que disfrutéis! :)

domingo, 1 de enero de 2012

2012 o las razones por las que el mundo NO terminará este año

El año MMXI ya se fue, ¿y qué con ello? Nada. Todo sigue como antes, el calentamiento global sigue su curso, pero eso lleva pasando ya más de una década. Puede ser que se tengan millones de razones para pensar que el viaje se acabó, pero eso no creo que sea así (entre otras cosas porque renuevo mi DNI en junio y sería absurdo hacerlo para nada más que medio año)
Aquí abajo hay un fragmento recién hecho (calentito calentito) de una historia que se me ocurrió hará un par de meses. Un poco "Orwelliana", esto es un poco distopía utopizada de una sociedad que ya no vive en la naturaleza. La idea era que, en un mundo lleno de miedo e hipocondría (tengo muchas -muchííísismas- teorías sobre estos dos conceptos), y debido a la evolución progresiva, nacen unos niños tremendamente inteligentes pero extremadamente frágiles físicamente. Debido a ello, se decide trasladar la vida a la seguridad de las antiguas bocas de metro donde se desarrolla una sociedad en la que la sobreprotección ha provocado una gran restricción incluso en el mismo contacto con la tierra.


Se escurrió por detrás de la escalera, vio que su amigo aún no la había abandonado y que la seguía a pesar de que sabían que eso estaba terminantemente prohibido por su propia salud y seguridad, pero había oído cosas. Al subir esas escaleras sabía que tan solo le esperaba el cielo o el infierno, pero lo prefería antes que seguir viviendo bajo tierra. Había oído que allí no existía el techo, que una bola de fuego que abrasaba a todo lo que regaba con su luz estaba allí arriba. Había escuchado que el agua no salía de los grifos si no que corría por el suelo hasta donde alcanzaba la vista. Una vez pudo percibir a su madre hablando de elevaciones sin escaleras ni barandillas e incluso a alguien mayor hablando de otros seres que no eran humanos. Se preguntaba qué podría esconderse tras el último escalón.
Conocía la historia, antes se vivía en ese mundo desprotegido, expuestos ante toda clase de peligros y amenazas, pero tras muchos años de dura supervivencia  descubrieron que bajo tierra, sin bolas de fuego ni extrañas criaturas se podía vivir mucho mejor que en el exterior, a salvo de los innumerables riesgos de la superficie. Sin embargo a ella le llamaba la curiosidad, un feo vicio con el que nació y que la impulsaba a hacer un gran número de peligrosas atrocidades, y la de salir a la superficie podría ser considerada la peor y con creces.
Una sonrisilla malvada apareció en su cara en el momento en el que pisó el primer escalón, y continuó hasta que pudo ver una enorme puerta de vidrio por la que pasaba mucha luz. Tapándose la cara con las manos su amigo soltó un leve chillido.
-No te preocupes, por aquí debe de haber un interruptor para bajar la potencia...-Echó un vistazo a su alrededor y al no encontrar nada decidió seguir adelante-tranquilo, ya aparecerá.
Notó cómo sus ojos se adaptaban al exceso de luz y tras la ceguera momentánea abrió la puerta y miró sobre sus cabezas, al cielo, por primera vez en su vida.

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