Breve introducción al blog

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¡Hola vividores!

Podéis llamarme Rodre. En realidad mi nombre es compuesto, pero no me gusta tener nombre de virgen (aún así queda chulo decir "L.A. yeah, that's my second name")

Nací para conocer. Se conoce mediante la experiencia y ésta te la da la vida. En resumen, nací para vivir. Pero hay muchas maneras de hacerlo y a mí me gusta viajar, la fotografía y las galletas, es lo que hay.

Soy un bípedo implume y le busco lógica a todo, pero mas bien mi mente lo centrifuga todo hasta hacer que pierda sentido. Una locura.

Tengo otro blog, el de "Hoy me siento feliz" pero este es diferente. Es mucho más personal, es posible que ya te hayas dado cuenta de que desvarío, puede ser que sea porque estoy un poco loca.

¡Espero que disfrutéis! :)

domingo, 11 de marzo de 2012

El hombre y los pájaros

Una suave brisa refrescaba la estancia, básicamente amueblada con una mecedora y una mesita, el aire entraba por el balcón y hacía bailar las cortinas de una manera delicada y conjunta. Del exterior entraban olores suaves y el piar de los pájaros en el exterior inundaban la salita con una paz que parecía hacer reavivar la infacia. Tras las puertas abiertas del balcón se veían, cuidadosamente dispuestas, un grupo de jaulas, limpias y colgadas. Todas con comida y bebida, pero muchas de ellas vacías.
Se acercó a ellas y comprobó que todas tenían las puertas abiertas "¡era un viejo tan despistado!", fue cerrándolas una a una, con cuidado de no asustar a los pocos pajarillos a los que no había dado tiempo de escapar.
-Nunca me gustó cortar alas.
Se sobresaltó al oír su voz a sus espaldas. Se había acercado tranquilamente y no había notado la presencia del dueño de la casa. No parecía preocupado por el hecho de que casi todos sus pájaros se hubiesen escapado, solo sonreía plácidamente mientras volvía a abrir las pajareras.
-Si realmente aprecias lo que te rodea, querrás lo mejor para ellos. Si quieren alejarse de mí, lo harán; pero siempre van a tener esas casitas si algún día quieren al menos repostar en las migraciones...

Sus ojos marrones brillaban de un modo pícaro pero cariñoso. Era una mirada que convertía en cómplice de una broma que no había sido gastada, y al mismo tiempo, era una cara marcada por arrugas de experiencia y canas de sabiduría.

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